Poco tiempo después de iniciar su carrera como escultor, Martín Chirino decidió tomar el camino de la abstracción, materializando en duro y pesado hierro forjado algunas de las ideas plásticas que animaban a los pintores informalistas que con él formaron el grupo El Paso. A partir de 1959 comenzó a interesarse por la espiral como tema de trabajo. Esta forma abstracta fue desarrollada por el artista en piezas en las que el procedimiento de trabajo del hierro en la forja se hace visible en la propia obra, donde se puede apreciar claramente cómo la forma surge al enrollarse una gruesa barra sobre sí misma. Los motivos espirales y helicoidales, que se pueden rastrear en los orígenes simbólicos de casi todas las culturas, suelen representar esquemáticamente la evolución del universo. La sensación de rotación se entiende como una interpretación de las formas cósmicas de movimiento, por lo que la espiral se convierte así en un signo macroscópico.
El interés de Chirino por las manifestaciones del arte primitivo africano y el procedimiento artesanal con el que trabaja dotan a sus obras de una potente fuerza, a la que no es ajena la propia forma de la espiral, que concentra la tensión transmitida al hierro para formar las espiras en un punto central del que surge la línea curva y sobre el que confluye nuestro propio ojo en la observación, como atraído por un movimiento centrípeto. Pero la espiral recorrida en sentido inverso representa la expansión, el movimiento infinito que conduce hacia el exterior, desarrollando el espacio en su recorrido. Con estos movimientos la espiral se convierte en signo aglutinador de las dos tendencias, la introspectiva y la expansiva, de las que participa la totalidad del universo.
Javier Maderuelo
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