La escultura arquitectónica de Opie tiene relación con elementos de De Stijl y con los cubos minimalistas de Robert Morris, pero los dota de la perspectiva de la historia de la humanidad. Al igual que el resto de sus obras, que versan sobre la arquitectura como tema, se basa en la estética de juegos de ordenador corrientes en el mercado y se sitúa bajo la luz fría del proyecto ideal de un mundo que consigue funcionar sin chirridos porque se las arregla sin seres humanos. Rodeando la instalación escultórica, el observador reconstruye un viaje vertiginoso animado por ordenador a través de desfiladeros de viviendas despobladas, y las perspectivas le evocan la experiencia de prolongados caminos, por ejemplo, por las calles de Manhattan.