La biografía del poeta Ausiàs March (1400-1459) es la propia de un señor feudal: servicios a su rey, campañas militares, expediciones marítimas, hijos bastardos, y también pleitos, desafíos y venganzas. Cuando decidió retirarse a Gandía a cuidar sus posesiones y a escribir versos, la prosa literaria en catalán tenía casi doscientos años de historia, pero la lengua de la poesía seguía siendo el occitano.
La importancia de March como primer poeta, cronológica y cualitativamente, de las letras catalanas se debe en parte las circunstancias históricas (que coincidieron con los años más brillantes y los proyectos más expansivos del rey Alfonso V el Magnánimo), pero también tiene que ver con algo mucho más elemental y menos lógico: la caprichosa incongruencia del genio. Hacia 1540, unos ochenta años después de la muerte del poeta valenciano, Juan Boscán escribió que de los trovadores provenzales "salieron muchos autores excelentes catalanes, de los cuales el más excelente es Osías March". Ya muy apreciado en vida (el Marqués de Santillana lo tenía por «gran trovador e home de asaz elevado espíritu»), mereció pronto la condición de clásico y fue, después de Petrarca, el autor más admirado e imitado por los poetas españoles del Renacimiento, con Garcilaso de la Vega a la cabeza.