De todas las fuentes musicales que nos ha legado la Edad Media, algunas sobresalen por su prestancia y significado, amén de por la belleza que contienen. Tal es el caso del Códice Calixtino, de la catedral de Santiago. Copia del Liber Sancti Iacobi –sin duda, la más completa– y atribuida de forma apócrifa al papa Calixto II, se trata de una compilación de textos literarios y musicales (oficios, misas, nova cantica, homilías, milagros, relatos, una guía del peregrino, etc…) en honor al culto del Apóstol Santiago, a cuya advocación, como bien marcan dos tradiciones paralelas sobre el descubrimiento de su tumba en el siglo IX, está consagrada Compostela entera (campus stellae/compostum) y, por supuesto, su formidable catedral que, con el palio arzobispal de Diego Gelmírez (1100-1139), alcanzaría una fama, esplendor y prestigio sin precedentes hasta aquel momento.
Tras la estela de este impulso de esplendor de Gelmírez, así como con la promoción, carisma y presencia cluniacense en la catedral que, en buena lid, lo favoreció, la sede compostelana se situaría nada menos que como uno de los grandes centros de peregrinación –equiparable por momentos a Roma y a Tierra Santa– para toda la Cristiandad. Es este el líquido amniótico en el que sería necesario entender la concepción y ejecución de la copia de nuestro manuscrito para la catedral, al igual que, como tal centro privilegiado de recepción de cultura, ayudaría a explicar el lugar intersticial para la historia de la música de su celebrado apéndice polifónico –el cual, no en vano, a caballo entre los rasgos estilísticos de la polifonía de Saint-Martial de Limoges y la de Notre-Dame de París, muy bien hace remisión a repertorios y sonoridades del norte de Francia–.
Según su propia voz, por tanto, en el Calixtino encontraremos todo un mundo concentrado en un libro, todo un tiempo adecuado a la atemporalidad de un culto, y, en definitiva, haciendo nuestras las palabras de Paul Claudel cuando asocia a Santiago con la constelación de Orión (única que abarca y visita alternativamente ambos hemisferios y, así, al mundo entero), tendremos la posibilidad de adentrarnos en una colección de cantos sublimes soñados para "el gran Apóstol del Firmamento que existe convertido en estrella".
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